CONSUMO. La desmesura, el despilfarro, el descaro y el convulsivo desafuero de estos años de bienes terrenales nos ha vuelto insaciables, estereotipados y ostentosos. Como era de esperar, y tras un duro “zapping” de criterios, el cambio es radical. Los códigos, las apariencias y los ritos apuntan a consumir talento, distinción, calidad y dimensión poética. La inversión ha invertido al fin sus términos y “se llevan” los objetos con alma, lo precioso-preciso, la nobleza artesana y lo auténtico. PLACER
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